Hay preguntas que se formulan demasiado tarde para llegar a tiempo de contestarlas. Son esos interrogantes sin respuesta los que con mayor fuerza arraigan. Los que más hondo se clavan. El de quiénes fueron las cigarreras que durante décadas ocuparon la antigua Fábrica de Tabacos de Madrid aún puede responderse.
Quienes las conocieron solo a golpe de reojo, viéndolas alcanzar con paso apresurado la glorieta de Embajadores, callejeando por ese laberinto empinado que es el barrio de Lavapiés o tomando un café rápido en el Bar Peyma, probablemente no fueron conscientes de que un pellizco de la historia de la ciudad latía bajo sus batas de color azul oscuro. Allí, en el antiguo distrito de La Inclusa, conocido por sus bajas rentas, sus altos índices de precariedad habitacional y sus pésimas condiciones de higiene y salubridad, la estampa más cotidiana amanecía bordada por el humo y el polvo de la fábrica.